La sangre y el plasma y otros componentes sanguíneos se utilizan todos los días en ambientes clínicos y de investigación para una gran variedad de usos, desde transfusiones que salvan vidas hasta sofisticadas pruebas hematológicas. Todas las muestras utilizadas para estas actividades médicas tienen en común que deben ser almacenadas y transportadas a ciertas temperaturas. Pero, ¿por qué debe ser así, y qué soluciones de almacenamiento están disponibles para esto?
La sangre está formada por múltiples componentes diferentes que interactúan constantemente entre sí y con el resto de nuestro cuerpo: los glóbulos rojos llevan el oxígeno necesario a las células de nuestro cuerpo, los glóbulos blancos matan cualquier patógeno que puedan encontrar, las plaquetas pueden prevenir el sangrado en caso de lesión, los nutrientes de nuestro sistema digestivo son transportados por el flujo sanguíneo y además, gran cantidad de proteínas, con diversas funciones, actúan a nivel molecular para ayudar a nuestras células a sobrevivir, defenderse y prosperar.
Todos estos componentes interactúan entre sí directa e indirectamente y utilizan reacciones químicas que a menudo dependen de la temperatura correcta para poder funcionar normalmente. Un ejemplo es nuestro cuerpo, donde su temperatura ambiente normalmente se encuentra alrededor de 37°C, permitiendo que todas estas reacciones ocurran normalmente. Sin embargo, si la temperatura aumentara, las moléculas comenzarían a romperse y perder sus funciones, mientras que, si se hiciera más frío, se ralentizarían y dejarían de interactuar entre sí.
Ser capaz de ralentizar las reacciones químicas es de extrema importancia en medicina una vez se obtienen las muestras debido a que las bolsas de sangre y en particular, las preparaciones de glóbulos rojos mantenidas a una temperatura entre 2°C y 6°C se pueden almacenar fácilmente sin el riesgo de que se echen a perder, permitiendo a los profesionales de la salud utilizar las muestras de distintas maneras. Del mismo modo, una vez que el plasma sanguíneo se ha separado de los glóbulos rojos presentes en una muestra de sangre a través de la centrifugación, requiere un almacenamiento en frío para mantener íntegra su composición química. Sin embargo, esta vez la temperatura requerida para el almacenamiento a largo plazo es de -27°C, mucho más baja de lo que requiere la sangre normal. En resumen, es imperativo que la sangre y el plasma se mantengan a temperaturas correctas para evitar cualquier desperdicio de muestras.
Para lograr esto, B Medical Systems ha creado una amplia gama de soluciones de refrigeración médica. Los refrigeradores de banco de sangre (+2°C a +6°C), los congeladores de almacenamiento plasma (-41°C a -20°C) y los congeladores de temperatura ultrabaja (-86° C a -20°C), son equipos especializados para almacenar de forma segura estos productos, y están en el centro de la cartera de soluciones de la compañía, en lo relacionado a la gama Blood Management. Además, B Medical Systems ofrece congeladores de choque de contacto, para la congelación rápida de plasma, diseñados con placas de congelación inclinadas que aseguran que el plasma se congele a una temperatura central de -30°C en el menor tiempo posible, evitando así cualquier pérdida sustancial de Factor VIII, una proteína esencial involucrada en la coagulación de la sangre. Por último, nuestras cajas de transporte pueden proporcionar una solución segura para el traslado de cualquier producto sanguíneo a cualquier temperatura.
La sangre y el plasma deben almacenarse a la temperatura adecuada tan pronto como se extraigan del cuerpo del donante, con el fin de preservar todas las células, proteínas y moléculas importantes que se pueden utilizar para pruebas, investigación o procedimientos clínicos. B Medical Systems ha creado una cadena de frío de extremo a extremo para garantizar que los productos sanguíneos siempre se mantengan seguros a la temperatura adecuada.
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